Yo quisiera omitir las razones situacionales que te pueden hacer sacar cita (duelo, ruptura amorosa, depresión, ansiedad…).salud-mujer

Me quiero enfocar en los motivos más invisibilizados pero de que todas hemos sido víctimas en menor o mayor grado, me refiero a que desde pequeñas nos vemos sometidas a mensajes que atacan nuestras elecciones futuras, desde que somos niñas se nos educa de manera diferente y eso conlleva a que de adultas estemos envueltas en una realidad muy distinta a la de los hombres.

Se nos impone el color rosa incluso antes de nacer, con este color nos dicen que esperan que seamos dóciles, amables, calmadas, tranquilas, femeninas, pasivas, cuidadoras y pacíficas; Se nos marca, y desde el vientre se espera que seamos posiblemente heterosexuales, esposas y por su puesto, madres.
Conforme crecemos se nos deja bien claro que debemos cerrar las piernas porque eso no es de señoritas o de niñas de bien, nos queda bien guardado en el inconsciente que no me puedo sentar ni siquiera cómo quiero. Dependiendo de en qué familia crezca posiblemente tampoco me dejen jugar o decir ciertas cosas porque eso no lo hacen las niñas, quizá me castren algunos comportamientos o no me dejen vestir como quiero porque no encaja con mi género.
Pasan y pasan los años y me doy cuenta cómo mi mamá posiblemente se encargue de la casa (y si en la mía hay dinero, igual es una mujer la que hace las labores domésticas), entiendo que no son equitativas las tareas y que toca a mí hacerme cargo porque soy mujer.
En la pubertad empiezan a salir temores comunes como «no ser suficientemente guapa», «no estar desarrollando como mis amigas y compañeras», si no me depilo estoy mal, si no tengo novio también, si engordo soy fea y nadie me va a querer, la pubertad para algunas mujeres es realmente una batalla que suele perder en silencio o que deja marcas para toda la vida.
Llega la adolescencia y con ella pueden aparecer trastornos alimentarios, mis primeras decepciones amorosas, las primeras señales de dependencia emocional y un alejamiento de mis padres, empiezo a cuestionar mi vida futura y aquello que quiero hacer de acuerdo a mis posibilidades socio económicas. Ya en esta etapa la presión por empezar la vida sexual es fuerte, tenemos parejas que son la mayor parte del tiempo mayores que nosotras y por lo tanto hay señales tempranas de abuso de poder y violencia. Ya muchas a los 14, 15 o 16 años de edad son mamitas adolescentes, esto  hace más difícil todo…
Cuando soy adulta es que empiezo a darme cuenta cómo esos procesos de socialización han dejado una profunda huella en mí, me doy cuenta que nadie me dijo cómo amarme, respetarme y ponerme en primer lugar, que difícilmente me enseñaron a decir que no, que fui criada para cuidar y para creer que me debían proteger, me doy cuenta quizá que me dediqué a mi familia (hijos, esposo..) y no me dedico el suficiente tiempo, cuando soy adulta veo cómo fui educada para llorar en silencio, quizá en el baño, cuando nadie me ve o escucha, que me creí lo que decían acerca de cómo debía de ser.
Y esto de manera general, sin enfocarme en las secuelas de la violencia sexual, emocional y física de la que somos víctimas, otra vez ser mujeres nos juega en contra en las estadísticas, a veces llegamos a adultas marcadas por incesto, agresiones físicas que dejan secuelas incluso visibles, hemos tenido que hacernos cargo de nuestros hermanos y ahora de «grandes» de nuestros padres, hemos entendido que si soy mujer y tengo hermanos es mi deber encargarme de todo o casi todo.
¿Pesimista? No, eso es lo que veo a diario en mi consulta, mujeres que no saben lo valiosas y poderosas que son, sin embargo, juntas nos damos cuenta que eso es sólo una mentira. Gracias a mi trabajo con muchas hermosas mujeres hemos comprobado que no importa cómo me educaron, siempre es un buen tiempo para reeducarme, replantearme una nueva manera de vivir y hacerle frente a la vida. Juntas descubrimos cómo es posible enamorarse de una misma, crear y generar nuevas formas de hacer familia, he visto trasformaciones rotundas de mujeres que llegaron creyendo que no podía, y se van listas para comerse el mundo.
Una mujer debería llevar un proceso de psicoterapia para hacer magia porque simplemente puede, para recordar lo poderosa que es, para enamorarse de sí misma, para hacer un boceto nuevo de su historia, porque es SU historia la de nadie más; debería llevar terapia para dejar de creer que es fea, que no puede, que no sabe, que está gorda o muy flaca; debería poder decir que no sin culpa y luchar por sus sueños porque nada la limita, una mujer debería ir a terapia para quitar las capas de «no puedes y no debes», para amarse con locura y ser la mujer más feliz del mundo… No estamos locas, eso nos han hecho creer; no estamos enfermas, eso han querido hacer; no somos sólo madres, cuidadoras o esposas, llevamos el universo entero dentro de nosotras… ¿Qué esperas para vivir desde ahí?
Yo amo mi trabajo con mujeres, me enseñan todos los días de fortaleza, amor y valor, amo acompañarles en esos procesos de redescubrimiento. Gracias MUJERES por hacerme cada día más fuerte y feliz!!!
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